:D Hola amigos!, estuve un tiempito sin visitaros... ¡estuve de vacaciones!, nada especial, por el pueblo, y en Santiago en casa de una amiga. Por cierto que fuí al concierto de Sabina y Serrat (dos pájaros de un tiro) y perdimos el dinero y no pudimos ver el concierto, ¿que digo ver? ¡ni siquiera oir!, todos estamos irritadísimos, y no hay manera de que nos devuelvan el dinero a pesar de habernos dejado colgados bajo la lluvia a la media hora, y se marcharon sin siquiera despedirse. Pero ya pasó y otras historias hubo más agradables. También tuve buena salud, sin apenas molestias gastricas, comí de todo y no descansé demasiado, y sin embargo estuve bastante bien y de ánimo también.
De hecho estoy pensando en cambiarme de apartamento. Ahora que parece que mi hijo se está quedando en casa, (antes vivia con su novia, pero parece que no le van bien las cosas) se nos queda un poco pequeño (lo alquilé hace cuatro años cuando él ya no vivía conmigo, solo se quedaba esporádicamente).
Ayer estuve en el piso de mi hermana. La primera vez desde el dia de su entierro. Fué un poco impactante, y curiosamente las cosas más tontas son las que mas me hirieron: el calendario de mesa con la hoja del mes anterior a su muerte, con sus marcas recordatorias. Las plantas secas. El polvo sobre los muebles que ella tenía siempre relucientes (maniática de la limpieza le llamaba yo). Entre las baldosas de la terraza crecieron hierbas. En el cajón del baño aun están sus medicinas. ¿Por qué la casa cambió tanto en menos de dos años? todo parece ajado y envejecido.
Su marido, después de ella morirse, se mudó al apartamento de una "amiga" que tenía y volvío por el piso en contadas ocasiones, y solo para llevarselo todo, incluídos los objetos personales de mi hermana -nuestros regalos, su colección de cristal, su porcelana china, sus joyas, ¡hasta la máquina de coser!- Mi sobrina está que se la comen los diablos.
Seguramente será ese el piso que yo me alquile. Ya viví en él durante diez u once años, cuando el piso estaba vacío, y mi hermana me lo prestó mientras ella vivía con su familia en Londres. Allí empecé mi vida recién separada, con mi niño de tres o cuatro años y la tristeza taponando mis poros. En ese piso pasó mi hijo su infancia. Tengo malos y bonitos recuerdos. Aunque ahora el piso está cambiado porque se reformó: puertas, baño, cocina, ventanas, suelos... pero sigue siendo el mismo. Aun tiene el pasillo donde mi hijo veía un toro y por eso no quería irse solo a su habitación. Y seguirán sus cocodrilos imaginarios en el tejado. Puedo ver salir algun hombre que ya no tiene nombre, metiendose la camisa por dentro del pantalón mientras le despido en la puerta. Y escuchar la respiración pausada de mi amado mientras dormía a mi lado, pero ausente de mi, con su corazón en otra parte. Todavía siguen allí los "aparcamientos" de decenas de coches en miniatura que se montaba mi hijo pequeñito. Y los uhgg, ahgg de sus juegos de lucha en la video consola mientras yo le regañaba para que estudiase.

También allí cuidamos a mi madre, sin dramas, en su larga pero tranquila enfermedad.
Y se hacían todas las reuniones familiares: acampábamos como gitanos un montón de personas durante el verano... novios incluídos. Yo he llegado a dormir hasta en la terraza!.
Habitan la casa risas de adolescentes y sombras de muerte.
Me marché de allí con mi hijo cuando mi hermana y su familia regresaron para instalarse definitivamente. Y ahora volveré, diez o doce años después, cerrando un círculo, al mismo sitio.
Diez o doce años que pasaron sin pena ni gloria.
Cuando me fuí, emprendía algo nuevo, no sabía el qué. Ese
qué fué la vida que pasó: morir mi madre, crecer mi hijo, arrancar de mi corazón quereres, ilusionarme con fantasias inexistentes, la terrible enfermedad de mi hermana...
Mudarme allí es algo más que cambiarse de casa. Tiene un significado pero no sé cual. Algo inquietante que se me escapa.
Puediera ser que en cada mudanza existía una proyección hacia el futuro, aunque incierto. Y esta vez es un regreso al punto de partida. Pero sin nada de lo que entonces tenía.