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Publicado: Vie Oct 30, 2015 12:23 am
Buenas, soy nuevo. Me acabo de presentar en el apartado correspondiente. Vengo husmeando en este foro como invitado unos días y ahora me lanzo a compartir esta historia con vosotros. Quizá alguno/a se sienta identificado.
Como indico en el título del post el protagonista es mi colon ya que, pegando un repaso a mi vida, he descubierto que yo tan sólo soy su medio de transporte (como veis, la obsesión traspasa mi propia humanidad).
No recuerdo conflictos con mi aparato excretor previos a mi vuelta, a los 17, de un viaje por Francia y los Países Bajos en bus. Se me organizó un fecaloma (mojón rocoso y voluminoso, con aristas incluso) que me hizo sufrir como un perro. Casi un año después repetí experiencia.
Tuve episodios diarreicos también, de esos de salir corriendo de la Uni hacia mi casa con el culo apretado. Debo confesar que soy un transportador de colon bastante nervioso y obsesivo. Tanto, que el comienzo de mi episodio más prolongado de mi relación con la cuestión intestinal se produjo en las fechas previas de un evento que me producía una expectación desmesurada. Esa tensión me provocó mi primera retención de gases. Mi tracto intestinal se tiró acumulando movimiento toda la noche pero yo no conseguía soltar ni un mísero pedo. Aquella fue mi primera noche en blanco. Al día siguiente, con otras cuestiones a las que prestarles atención, la maquinaria continuó funcionando y pude soltar gas. Un año después y numerosas noches sin dormir (especialmente si me tocaba defecar después de la cena ya que tenía la sensación de que justo después de la acción, el gas se quedaba atrapado dando vueltas en mi interior y provocándome pinchazos ocasionales) mi familia, preocupada, decidió que debía someterme a pruebas. Mi abuelo estaba desarrollando cáncer de colon (le tuvieron que hacer una colostomía y fallecería cinco años después) y me instaron a hacerme las típicas pruebas de análisis de sangre, heces, contraste, endoscopia y colonoscopia. Entonces se hacían sin sedación y me provocaron dolores que sólo quien ha pasado por ellos recordará en sus pesadillas. Me dijeron que no había nada reseñable y que seguramente serían los nervios (en plan: tira pa casa, chaval, y no te comas la cabeza).
Mi trayectoria de retención de gases fue solventada temporalmente cuando me recetaron Flatoril. Lo tomé una barbaridad de tiempo. Luego, no recuerdo después de cuánto tiempo una vez acabado ese periodo, volví con lo mismo. Entró en juego la alternancia de época estreñida / época diarreica. Para más inri, me desarrollé profesionalmente en un campo bastante estresante, posteriormente aderezado con un ambiente de trabajo (en la empresa en la cual desempeño) deplorable. Eso, como tod@s sabéis, le pone a cien a nuestro amigo el colon.
En mi actividad con mi grupo de amigos era siempre el tiquismiquis. El único al que le sentaba mal la basura que todos comíamos, el único que se iba la pata abajo si se bañaba en la playa o piscina dos días seguidos, el único que no ponía un huevo en ocho días si viajaba a otro lugar. Todo el mundo tenía patente de corso menos servidor, que sólo pensaba en su intestino grueso.
Con el paso de los años, los episodios diarreicos fueron ganando por puntos. Dejé el agua del grifo y me sometí a un plan de vida sana, comida saludable y deporte. En esa época alcancé cierta estabilidad. Al tener un hijo abandoné dicha estabilidad. Perdí peso, dormí menos aún y mis diarreas fueron siendo más frecuentes (el hecho de que los virus gástricos me atacasen si estaba en un área cercana a los dos kilómetros cooperó bastante). Empecé a utilizar una táctica que en su día funcionó tremendamente bien: cada vez que sufría un episodio de cagalera me tiraba 24 horas de ayuno. Al día siguiente podía comer casi cualquier cosa, ni siquiera dieta blanda, como si esa acción provocase un “reset” al aparato excretor (cumplía, eso sí, unos cinco días sin ir al baño). Sin embardo, los episodios eran con tanta frecuencia que mi médico de cabecera me pidió cita para el digestivo. Cuando acudí (¡12 meses después de la cita!) llevaba un tiempo prolongado de cierta regularidad. Me dijeron que la colonoscopia me la deberían realizar por mis antecedentes pero que si ahora estaba bien pues, buena gana, y que probablemente sufriría de “colon espástico” debido a mis hábitos y ritmo de vida.
Entramos en faena: este verano, después del primer baño de la temporada y de haberme papeado un pincho moruno en el bar de la piscina sufro un episodio de vaciado intestinal severo. Mantengo 24 horas de ayuno y comienzo con dieta blanda pero no mejoro. Empiezo a tomar por recomendación Vitanatur Simbiotics G y mejoro notablemente (con una pequeña recaída al abandonar la dieta blanda y comerme una tortilla francesa). En dos semanas me recupero en lo que es, hasta ese momento, mi record en persistencia de heces inconsistentes. Hablo con mi doctora de cabecera, que me manda de nuevo al digestivo (cuando toque, pero no te esperes que antes del otoño). Llega el viaje vacacional y sus excesos. A la vuelta sufro otro caso de diarrea justificada el cual dura cuatro días. Llega el otoño y cometo el error de comer dos fines de semana seguidos comida rápida y termino “tocado pero no hundido”. Tres días después voy a comer a casa de mi madre y le pido que descongele un pescado. Me pregunta: ¿lo comemos con patatas, arroz, verdura?, y lo le digo: a la plancha con un poco de sal, ni siquiera ajo. Yo me como tres cuartos y mi madre lo que sobra. Esa tarde reviento. Dejo de comer 30 horas y encargo en la farmacia Vitanatur Simbiotics G. Empiezo a tomármelo dos días después y mis heces no cogen consistencia. Hago entre una y tres deposiciones diarias, acuosas pero no totalmente líquidas, con dolor en la última costilla izquierda (me molesta al conducir, incluso, y se refleja el dolor en la misma zona pero en la espalda) y retortijones. Abandono todo menos el pan, arroz y pollo pero me mantengo igual. Me llaman del digestivo y comento todo el tema. Me manda dos analíticas de sangre y dos de heces, más la colonoscopia. Dejo de comer durante 48 horas y remiten los dolores y las deposiciones por completo. Vuelvo a ingerir (pan y arroz) y al cabo de dos días de ingesta vuelven los dolores aumentados y las deposiciones más abundantes y violentas. Llegan los resultados de los análisis de sangre y me dicen que todo bien y que quedan los de heces. Me deprimo cuando llevo tres semanas sin poder trabajar, ni salir con mi mujer e hijo por miedo al apretón, ni viendo que ni aun terminando la ayuda probiótica, ni con dieta, ni con ayuno consigo resultados.
Mi doctora apuesta a que es una bacteria, o un parásito, o una inflamación en el tracto izquierdo del intestino vete tú a saber por qué hasta que tengamos el cultivo de heces. Me advierte que incluso puede que no tengamos resultados que indiquen qué es lo que me pasa… Descarta alergias, no me ha hecho la prueba del aliento, no se…
Os escribo a vosotros porque os considero los más formados y experimentados y, lo más importante, los que más empatizais con estas cuestiones. Transmitís templanza y dais apoyo… creo que no se puede hacer más la pelota (no, lo digo de verdad en serio).
¿Puede ser que tenga razón? ¿Que no sea nada y que, sencillamente, he petado?
Gracias y perdón por el tochazo.
Como indico en el título del post el protagonista es mi colon ya que, pegando un repaso a mi vida, he descubierto que yo tan sólo soy su medio de transporte (como veis, la obsesión traspasa mi propia humanidad).
No recuerdo conflictos con mi aparato excretor previos a mi vuelta, a los 17, de un viaje por Francia y los Países Bajos en bus. Se me organizó un fecaloma (mojón rocoso y voluminoso, con aristas incluso) que me hizo sufrir como un perro. Casi un año después repetí experiencia.
Tuve episodios diarreicos también, de esos de salir corriendo de la Uni hacia mi casa con el culo apretado. Debo confesar que soy un transportador de colon bastante nervioso y obsesivo. Tanto, que el comienzo de mi episodio más prolongado de mi relación con la cuestión intestinal se produjo en las fechas previas de un evento que me producía una expectación desmesurada. Esa tensión me provocó mi primera retención de gases. Mi tracto intestinal se tiró acumulando movimiento toda la noche pero yo no conseguía soltar ni un mísero pedo. Aquella fue mi primera noche en blanco. Al día siguiente, con otras cuestiones a las que prestarles atención, la maquinaria continuó funcionando y pude soltar gas. Un año después y numerosas noches sin dormir (especialmente si me tocaba defecar después de la cena ya que tenía la sensación de que justo después de la acción, el gas se quedaba atrapado dando vueltas en mi interior y provocándome pinchazos ocasionales) mi familia, preocupada, decidió que debía someterme a pruebas. Mi abuelo estaba desarrollando cáncer de colon (le tuvieron que hacer una colostomía y fallecería cinco años después) y me instaron a hacerme las típicas pruebas de análisis de sangre, heces, contraste, endoscopia y colonoscopia. Entonces se hacían sin sedación y me provocaron dolores que sólo quien ha pasado por ellos recordará en sus pesadillas. Me dijeron que no había nada reseñable y que seguramente serían los nervios (en plan: tira pa casa, chaval, y no te comas la cabeza).
Mi trayectoria de retención de gases fue solventada temporalmente cuando me recetaron Flatoril. Lo tomé una barbaridad de tiempo. Luego, no recuerdo después de cuánto tiempo una vez acabado ese periodo, volví con lo mismo. Entró en juego la alternancia de época estreñida / época diarreica. Para más inri, me desarrollé profesionalmente en un campo bastante estresante, posteriormente aderezado con un ambiente de trabajo (en la empresa en la cual desempeño) deplorable. Eso, como tod@s sabéis, le pone a cien a nuestro amigo el colon.
En mi actividad con mi grupo de amigos era siempre el tiquismiquis. El único al que le sentaba mal la basura que todos comíamos, el único que se iba la pata abajo si se bañaba en la playa o piscina dos días seguidos, el único que no ponía un huevo en ocho días si viajaba a otro lugar. Todo el mundo tenía patente de corso menos servidor, que sólo pensaba en su intestino grueso.
Con el paso de los años, los episodios diarreicos fueron ganando por puntos. Dejé el agua del grifo y me sometí a un plan de vida sana, comida saludable y deporte. En esa época alcancé cierta estabilidad. Al tener un hijo abandoné dicha estabilidad. Perdí peso, dormí menos aún y mis diarreas fueron siendo más frecuentes (el hecho de que los virus gástricos me atacasen si estaba en un área cercana a los dos kilómetros cooperó bastante). Empecé a utilizar una táctica que en su día funcionó tremendamente bien: cada vez que sufría un episodio de cagalera me tiraba 24 horas de ayuno. Al día siguiente podía comer casi cualquier cosa, ni siquiera dieta blanda, como si esa acción provocase un “reset” al aparato excretor (cumplía, eso sí, unos cinco días sin ir al baño). Sin embardo, los episodios eran con tanta frecuencia que mi médico de cabecera me pidió cita para el digestivo. Cuando acudí (¡12 meses después de la cita!) llevaba un tiempo prolongado de cierta regularidad. Me dijeron que la colonoscopia me la deberían realizar por mis antecedentes pero que si ahora estaba bien pues, buena gana, y que probablemente sufriría de “colon espástico” debido a mis hábitos y ritmo de vida.
Entramos en faena: este verano, después del primer baño de la temporada y de haberme papeado un pincho moruno en el bar de la piscina sufro un episodio de vaciado intestinal severo. Mantengo 24 horas de ayuno y comienzo con dieta blanda pero no mejoro. Empiezo a tomar por recomendación Vitanatur Simbiotics G y mejoro notablemente (con una pequeña recaída al abandonar la dieta blanda y comerme una tortilla francesa). En dos semanas me recupero en lo que es, hasta ese momento, mi record en persistencia de heces inconsistentes. Hablo con mi doctora de cabecera, que me manda de nuevo al digestivo (cuando toque, pero no te esperes que antes del otoño). Llega el viaje vacacional y sus excesos. A la vuelta sufro otro caso de diarrea justificada el cual dura cuatro días. Llega el otoño y cometo el error de comer dos fines de semana seguidos comida rápida y termino “tocado pero no hundido”. Tres días después voy a comer a casa de mi madre y le pido que descongele un pescado. Me pregunta: ¿lo comemos con patatas, arroz, verdura?, y lo le digo: a la plancha con un poco de sal, ni siquiera ajo. Yo me como tres cuartos y mi madre lo que sobra. Esa tarde reviento. Dejo de comer 30 horas y encargo en la farmacia Vitanatur Simbiotics G. Empiezo a tomármelo dos días después y mis heces no cogen consistencia. Hago entre una y tres deposiciones diarias, acuosas pero no totalmente líquidas, con dolor en la última costilla izquierda (me molesta al conducir, incluso, y se refleja el dolor en la misma zona pero en la espalda) y retortijones. Abandono todo menos el pan, arroz y pollo pero me mantengo igual. Me llaman del digestivo y comento todo el tema. Me manda dos analíticas de sangre y dos de heces, más la colonoscopia. Dejo de comer durante 48 horas y remiten los dolores y las deposiciones por completo. Vuelvo a ingerir (pan y arroz) y al cabo de dos días de ingesta vuelven los dolores aumentados y las deposiciones más abundantes y violentas. Llegan los resultados de los análisis de sangre y me dicen que todo bien y que quedan los de heces. Me deprimo cuando llevo tres semanas sin poder trabajar, ni salir con mi mujer e hijo por miedo al apretón, ni viendo que ni aun terminando la ayuda probiótica, ni con dieta, ni con ayuno consigo resultados.
Mi doctora apuesta a que es una bacteria, o un parásito, o una inflamación en el tracto izquierdo del intestino vete tú a saber por qué hasta que tengamos el cultivo de heces. Me advierte que incluso puede que no tengamos resultados que indiquen qué es lo que me pasa… Descarta alergias, no me ha hecho la prueba del aliento, no se…
Os escribo a vosotros porque os considero los más formados y experimentados y, lo más importante, los que más empatizais con estas cuestiones. Transmitís templanza y dais apoyo… creo que no se puede hacer más la pelota (no, lo digo de verdad en serio).
¿Puede ser que tenga razón? ¿Que no sea nada y que, sencillamente, he petado?
Gracias y perdón por el tochazo.